Estaban cerca de la fortaleza. De su objetivo. De un mal que cada vez parecía ser más poderoso y peligroso. Pero estaban cansados, heridos, Bree había perdido su armadura de cuero durante el combate, el escudo de Patrin había recibido tantos golpes, que apenas podría aguantar alguno más, Meriele se había quedado sin pócimas y sus poderes la habían cansado en exceso. Ante esta situación, decidieron volver a Refugio Invernal.
Una vez en el poblado, fueron a visitar a al enano herrero, quien les suministro nuevo material. Patrin se hizo con otra espada larga. Estaba muy lejos de la calidad de bebevidas, pero seguro que atravesaría la piel de cualquier bestia. Meriele compró alguna pócima, y Bree consiguió que le adaptaran una armadura de cuerdo humana a su talla.
Una vez preparados y descansados, volvieron al camino dirección de la fortaleza del páramo oscuro. Esta vez tomaron mayores precauciones. La Mediana se adelantó, y bordearon el camino, atentos a cualquier posible peligro, así, consiguieron llegar hasta su destino sin contratiempos. La fortaleza estaba más oscura de lo que recordaban, Bree fue la primera en bajar. En la sala de la entrada hacía bastante más frio que en exterior, y estaba mucho menos iluminada. Cuando llegaron por primera vez, eran 4 o 5 las antorchas que ardían, ahora, solamente lo hacía una, y seguramente, no tardaría mucho en apagarse. Cuando bajaron Meriele y Patrin, decidieron seguir recto, directos hasta los pasillos de las runas y los zombis. Una vez llegaron hasta la primera runa, Patrin se quitó su armadura completa. Tardaron 15 largos minutos, Meriele no dejaba de mirar a uno y otro lado, hacia la oscuridad del final de los pasillos, allá donde no llegaba la luz mágica que había convocado para iluminar su camino. Una vez el enorme dracónido se quitó la armadura, los tres saltaron la runa, y siguieron hasta la siguiente. Volvieron a saltarla, y Patrin comenzó el largo proceso de colocarse de nuevo las piezas metálicas. Apenas llevaba un par de minutos, cuando escucharon un lento y rítmico movimiento acercarse por el pasillo. De la oscuridad surgieron los cadáveres de los hobgoblins que días antes creían haber enviado al infierno. Si lo hicieron, estaban de vuelta otra vez. Esta vez, Meriele no tuvo ninguna duda, dibujó un círculo con sus dedos en el aire, recitó palabras arcanas y una esfera de fuego surgió frente a los zombis. Los zombis empezaron a arder, dos de ellos, consiguieron pasar por un costado de la esfera, pero al llegar, Patrin y Bree los recibieron con acero. Los otros dos Zombis ardieron por las llamas.Tras acabar con los zombis, Meriele lo tenía muy claro, y dijo a sus compañeros: " La próxima vez, sin Boreno, no venimos !!! "
Siguieron avanzando, llegaron a la sala que llevaba a las escaleras, donde días atrás lucharon contra la araña gigante, los hobgoblins, y de donde tuvieron que huir malheridos. Bree se adelantó. Esta vez, quiso inspeccionar la sala, y encontró una pared que le resultó extraña. Se acercó, y consiguió distinguir un dispositivo, una especie de cerradura. Sacó las ganzúas, y con increíble destreza, consiguió abrir el mecanismo. La puerta secreta se abrió lateralmente para revelar una estancia pequeña y desnuda. Si esta habitación oculta contuvo una vez un tesoro, parecía que alguien la había vaciado de sus valiosas posesiones. Estaban a punto de darse la vuelta, cuando Meriele escuchó algo, la maga advirtió que la pared en el extremo más lejano de la cámara parecía brillar e incluso vibrar ligeramente. Bree, curiosa por naturaleza, la toco con la mano, viendo como sus dedos traspasaban la pared. Fue Patrin, quien acto seguido, introdujo su cabeza, atravesando la pared, tras la cual le esperaban cuatro zombis que intentaron agarrarlo sin éxito. No tardó en sacar la espada, y junto a Bree, acabar con ellos.
El área detrás de la pared falsa parecía una armería. Contenía dos estanterías con armas, y un soporte cobre el que descansaba una desvencijada armadura completa. Encima de la estantería con armas un placa de acero con un grabado de una armadura completa, emitió una voz atronadora, que en idioma común, dijo:
“Un tesoro maravilloso,
De gran valor para todos, por muchos anhelado.
En la victoria y la derrota hallado,
Más nunca en el fondo del cofre de un tesoro.
Te precede, cual heraldo,
Y pervive mucho después de que te hayas marchado.
¿De qué hablo? “
Durante un instante, los aventureros se quedaron pensativos. Pero fue el Paladín quien rompió el silencio para dar la respuesta. Al momento, la armadura del estante comenzó a refulgir y de la chatarra, paso a transformarse en una brillante armadura de escamas de hierro negro. Fue Patrin quien tomó la armadura. Se la colocó, y pronto sintió el enorme poder que poseía la armadura.